Coincidencias

May 12, 2011 delrod

El sonido del teléfono rompió la tranquilidad de la tarde. Me sobresaltó y hasta dí un respingo que hizo que vertiera el vaso de jugo, sobre el papel que estaba leyendo totalmente concentrada; me levanté y no sabía a qué asistir primero, al teléfono o al zumo vertido que empezaba a derretir las letras… di un manotazo rápido sacudiendo el zumo y sosteniendo la hoja goteando con la mano izquierda.

Descolgué el teléfono. Era una llamada sin importancia, de esas molestas que intentan hacer una encuesta para después vender cualquier tontería inútil. Me deshice lo más amablemente que pude y busqué papel absorbente para secar la hoja. Había llegado tarde, parte del escrito ¡había desaparecido! pero de forma tan aleatoria que con curiosidad decidí releer de nuevo.

El resultado fue sorprendente, aquello tenía sentido, era casi un mensaje metafísico. Un escalofrío recorrió mi espinazo y note como el vello de los brazos se me erizaba. No podía creerlo… en aquel escrito, hasta estaba mi nombre familiar… Me quede tan asombrada que sentí mis piernas paralizadas. Llamaban a la puerta, no podía ser ¡cuantas interrupciones!

Pregunté quien era antes de abrir, aprendí hace años a ser prudente. Naturalmente a fuerza de sustos. Era alguien para el vecino. Un tanto refunfuñada, volví a donde tenía la hoja misteriosa. ¿Donde estaba? ¡había desaparecido! Era imposible, estaba sola en casa. ¡La ventana..! ¡esta abierta! Seguro que ha salido volando… pero ¡si no hay viento!… ¡Ah! se ha establecido una corriente al abrir la puerta de entrada. Miro por la ventana, allí estaba la hoja suspendida en una rama de un árbol, en la calle. Salí corriendo al exterior, no quería ni imaginarme que pudiera perder aquel valioso papel.

Con las prisas, no percibí que alguien entraba en el portal a la vez que yo salía ¡la colisión era obligada! Fue tal el impacto que choque de frente y caímos las dos personas al suelo.¡Perdone!, perdone, ha sido culpa mía, le dije a aquel hombre, totalmente sonrojada. El sonrió y me miró con cara de curiosidad, esbozó una sonrisa y me dijo -¿No me conoces? Yo estaba agitada, roja como un pimiento y lo último que me interesaba era entablar conversaciones con ningún desconocido. Al parecer no me iba a librar. Respiré hondo y lo miré detenidamente – ¡Jorge! eres Jorge, ¿que estas haciendo aquí?- Yo vivo aquí, tu… ¿que vienes a hacer?

Jorge me sonrió, me tomo del brazo y me preguntó el numero del edificio. Se lo dije. Me contestó que se había equivocado, estaba buscando otro.
Nos miramos a los ojos y esta vez si, olvidé totalmente el motivo por el que había salido a la calle. Nos miramos unos segundos a los ojos, luego más adentro al alma y ambos felices del reencuentro nos quedamos mudos.

Recordé los años pasados, sin saber de él. El destino lo alejó por trabajo, mi cambio de domicilio, la pérdida del suyo… y ahora lo tenía delante…
¡Cuánto llanto vertido!

Una ráfaga de viento arremolinó mi cabello, intenté con las manos apartarlo de mis ojos y ¡zas! algo rozó mi cabeza. Lo así, era ¡la hoja de papel!

Entonces recordé el motivo de mi salida y abriendo desmesuradamente la boca leí claramente en líneas entrecortadas:
Lula todo esta escrito, lo que es tuyo viene a ti, sin que lo pidas.

Autor: Mª Dolors Pozo

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